martes

Yug Do a toda hora

Viajé en Semana Santa a Murcia, España, para nadar en el mar menor durante las vacaciones. Pero arribar hasta allá solo es posible si viajas a muchos más paraísos y realizas otros encuentros.

Por ejemplo: el vuelo más económico me llevó primero a Bogotá, Colombia, y fui a conocer el Museo del Oro en compañía de una mexicana feliz -tal como yo- con quien compartí visiones, experiencias y noticias en medio de la lluvia de la capital colombiana. Hice, de esta forma, una vivencia Yug Do.

 
Luego, estuve en Madrid por varios días y asistí a muchos sitios en una bella estancia: salí a correr y practicar yugdo en el parque El Retiro con Maggi -otra persona feliz como yo-, con quien entablé conversaciones en italiano, y disfruté de varias comidas de maravilla durante todo un día. Grazie mille, Maggi!


Finalmente, el destino fue maravilloso: primero por estar con la maestra María, pero también al encontrarme en la playa del Mar Menor y tomar el sol. En esos momentos me percibí como una Ilihutsy privilegiada, ya que vivencié parte de las novelas que de niña leí, en las cuales se describían las vacaciones en las playas -por supuesto, europeas- y que se convirtieron en un deseo profundo mío.


Allá en Los Alcázares se dio cita el III Encuentro Mundial de Yugdo: compartí con mi familia internacional los amaneceres, las actividades corporales que nos llevaron a sudar de más, las visitas cortas a espacios magníficos (como Caravaca, antiguo territorio templario), la convivencia cordial y sorprendente con otros cintos...


Aprendí mucho; vivencié los ritmos del Yugdo  de una forma feliz -como yo- y me despedí contenta hacia nuevos sitios que ya conocía: Sevilla y Huelva.

¡Olé! y ¡Buena vida!

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