Al convivir con panameños comprendí sus formas culturales y las mías. Si, seguimos siendo latinoamericanos. Diferentes, pero iguales.
Conocí lugares maravillosos por su diversidad de fauna y flora, por sus contradicciones sociales y económicas, por su desarrollo tecnológico y técnico (como en el Canal de Panamá o en el Archivo Nacional de Panamá), por sus experiencias cercanas a las mexicanas (claro, la Biblioteca Nacional); por su decisión a ser y no ser...
Compartí con grupos de mexicanos, españoles y latinoamericanos tantas cosas que me hacen pensar en lo magnífico y único que puede ser esta vida...
Corrí, hice Yug Do, medité, fui al Yoga. Hicimos exhibiciones de Yug Do y conversamos sobre el Ser y la presencia. Recibí terapia de sanación. El equipo #YugDoMéxico con la Operación Panamá fuimos el maestro Antonio Iborra, Serafín Mendoza, Perla Palma, Marú Acosta, Antonieta Chávez, y yo.
Viajé y fui completamente feliz con Gina y Gloria al conocer Portobelo, el Canal y la ciudad -Chorrillo incluido-; compartí querencias con Soledad, una linda española que me hospedó en Obarrio; conocí a los veganos y vegetarianos así como a personas muy solidarias de Panamá, tal como Marco Moreno de Natural Spice y Débora Rivera del Mercado Urbano; recorrí la ciudad y me reconocí en los tranques con Ricardo, mi taxista protector.
Viví temas de archivística con compañeros del AHUNAM, AH-BUAP, AH-USonora, AG-UCoahuila y AG-UAEHidalgo, así como con compañeros de otros archivos universitarios de Nicaragua, Argentina, Costa Rica y Uruguay, además de los huéspedes de la Universidad de Panamá, ya que participé en el VII Congreso Iberoamericano de Archivos Universitarios.
Vi tortugas, águilas arpías, osos perezosos, mantis religiosas, pumas... ¡existen y son hermosos y maravillosos!
Y hasta surgió el amor. O la posibilidad de vivir el amor. ¡Gracias, Panamá, gracias!
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