martes

La cabrita marina y el escorpión en la playa del amor

La pregunta "¿qué hay más allá?" no siempre es una buena guía. Porque una guía debe de tener una mirada panorámica, conseguir la confianza de los seguidores, y por tanto es importante que sea responsable. En cambio, inquirir sobre lo que hay a la vuelta de la esquina tiende a ser muy atractivo por oculto, y por eso mismo puede llegar a ser solo curiosidad, aquella que causó la muerte del gato.

De todas formas, una cabrita alocada, por lo menos con los rizos agitados por la brisa del mar, y un escorpión, el cual cuenta con experiencia en brincar grandes piedras y subir y bajar por inhóspitos senderos, decidieron responder a la cuestión, "¿qué hay más allá de las piedras en la playa del amor?", y se prepararon con un par de tenis para recorrer ese tramo que prometía paraísos al cruzar los abismos de piedra.





Mientras ascendía la cabra por las rocas, muchos pensamientos asaltaron su mente: "esta actividad la puede hacer cualquiera", "ya lo has hecho con anterioridad, cuando cruzaste la vagina del Tepozteco", "cómo no fue que tomaste clases de rapel". Pero la necesidad de centrar cuerpo-mente-corazón-espíritu la llevaron a mirar respiración tras respiración y paso tras paso. No existió nada más que ese momento y espacio que iba recorriendo; nada más.

La pareja escorpio-capricornio pudo muy bien atravesar los primeros trescientos metros del camino, inexistente ante sus ojos, a pesar de los centenares de cangrejos, rocas mojadas y resbaladizas,  estrechos puntos, abismos y oleaje acrecentado en cada minuto. El reto y la búsqueda de lo difícil fueron manejados por el escorpión de manera hábil; los lugares elevados y las cimas inaccesibles, por otro lado, fueron asunto del capricornio.

Un poco de precaución los llevó a descansar en una vértice: desde allí se podía admirar el mar azul y cristalino, percibir la brisa matinal bienhechora, discurrir sobre el camino, pero sobre todo, mirar a un pez atrapado en una piscina conformada por rocas y el ir y venir del mar. Se entregaron a la contemplación de esta vida en dicha estancia, por lo cual se compararon, se compenetraron, se sintieron peces negros en el mar de colores de la vida.

Y por eso, por el momento tan cálido y magnífico, meditaron agradeciendo los rayos del sol.

Luego vino la experiencia. La guía no aconsejada, esto es la curiosidad, llevó a esta pareja a continuar con sus pasos por indecibles fracturas rocosas, y luego a tomar decisiones no tan correctas: por ejemplo, subir por piedras complicadas e inaccesibles para regresar. En un punto, el alacrán no pudo más. Se desdijo del camino. La cabra, confiada en sí misma, tocó las brechas y saltó hasta un lugar remoto y difícil. Sin salida.

Fue allí cuando recordó cientos de imágenes, en películas o en caricaturas, donde las cabras están en crespas montañosas frente a un precipicio. Y estos rumiantes, tranquilos, después de haber escalado hasta parajes imposibles, solo mascan hierba y pasto. La pregunta que cualquiera se había hecho era, "¿y cómo llegó allí?". Pero en esos momentos tan vertiginosos, con el peligro abajo y sobre la cabra, solo preguntaba, "y la cabra, ¿cómo salió de allí?".

¿Cómo salió de allí? Después de entonar el beeee montañoso, respirar y tranquilamente virar sobre sus pies, la cabra salió airosa, ayudada, por supuesto, del escorpio que miraba asustado y, al mismo tiempo, pedía confianza...

Después de eso, mojarse y nadar en el agua de la Playa del Amor, no fue un asunto de simple gusto nudista sino tan solo una necesidad ante el calor producto de la adrenalina y un pago por la salida exitosa de tan tremenda empresa.


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