Estaba yo muy apasionada entre los brazos de mi mulatico. Sentía sus manos como la arena misma de la playa paradisiaca que se encontraba en el horizonte; su sudor como mar, agua salada, todo lo cual complementaba mi vivencia marina. Caminamos por las calles 14 y 15 a las 4 de la madrugada con la intención de llegar a algún lugar y continuar con el deseo para culminar en un merecido climax. Él tocó una puerta y no le abrieron; luego otra y otra y otra y otra... paseamos por La Pachanga cerca de una hora en busca de habitación. Cumplí con la reglamentaria visita de las ocho casas y ninguna dio espacio para que las ambiciones carnales concluyeran. Sin embargo, con esta distancia tiempo fueron alargadas ...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario