lunes

Corro hacia el mundo de colores

En ninguno de mis recuerdos aparece "correr" al lado de la felicidad. Esto se debe, entre otros factores, a que mi padre me obligaba a hacer ejercicio -el que fuera-, y por eso siempre huí de los deportes. Pero sucedió que todo empezó a cambiar, y ello se notó hasta en mis preferencias y gustos.

A pesar de no contar con una buena condición, hace diez años, me inscribí en una carrera de 5 kilómetros -que resultaron ser siete- y fue una experiencia maravillosa. Aproveché mi lentitud, por lo cual corrí la mayor parte de la carrera -por las laterales de Periférico Sur rumbo al Deportivo Villa Olímpica- al lado de una profesora ya entrada en años. Ello impidió que quemara mis pocas fuerzas y logró que hiciera muchísimo tiempo en el recorrido, pero siempre mantuve un ritmo. Con ello, aumentó mi confianza.

He corrido en distintos carreras -todas de 5 km- y soy constante porque siempre me canso y no bajo el tiempo a menos de 28 minutos. ¡Es muchísimo! Pero para mí el tiempo no es lo importante, sino cumplir con la meta que es todo un reto.

El atletismo me pareció, poco a poco, muy interesante. Por ello comencé a leer sobre esta actividad transformadora. Asi, recuerdo que leí unos capítulos del Libro verde del corredor. Luego, me apasioné con el Dr. Thaddeus Kostrubala y su libro El placer de correr. Y recién terminé el libro de Haruki Murakami (De qué hablo cuando hablo de correr) y me encantó su prosa y fraseo sobre correr. ¡¡Hasta me creí acompañándolo en su carrera de 100 km!!



El punto es que hace unos meses, durante el entrenamiento que realizaba cada mañana en el parque de Pilares, me sucedió algo maravilloso que no puedo olvidar y que me sublima en cada ocasión: corrí casi los 750 metros de la pista de arcilla con los ojos cerrados, y solo sentía mis pasos, mi respiración y mis palpitaciones. ¡Corrí por el mundo de colores!

 

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