Se acerca la fecha límite para mi: el regreso a mi trabajo.
Decidimos, Glenn y yo, hacer un viaje pequeño, pero enriquecedor, y por eso organizamos todo para viajar hacia el oriente, lugar del nacimiento del sol y de la llegada de los españoles hace más de 500 años.
La aventura comenzó en Cholula, ya que Bamboo, Glenn y yo pasamos primero por Trevor, el hijo de Glenn, y Tara, su esposa, con quienes disfrutamos la zona arqueológica y conversamos con los voladores de Cholula y algunos más. Realmente todo salió perfecto, y las pequeñas desventuras fueron tomadas con alegría.
Nos dirigimos a Xalapa de Enríquez, en donde pasamos dos noches, buscando siempre restaurantes veganos y que aceptaran a nuestra peluda Bamboo. Tara y yo no dejábamos de admirar el tamaño de los árboles, y siempre siempre distinguíamos algo distinto en esta húmeda tierra. Caminamos por el centro siempre dispuestos a conocer los parques, y así disfrutar de ello.
Sobre esto, quisiera reseñar una pequeña anécdota, que a mi me situó en otra dimensión: en el realismo mágico mexicano. La última noche de nuestra estancia aprovechamos que no llovía y salimos a caminar en búsqueda de una cafetería. La hallamos allí, muy cerca, después que unos vecinos nos saludaron porque la noche anterior habíamos conversado sobre la bella Bamboo. Entramos al espacio, La cabra en la montaña o algo así se llama, y nos indicaron que había que esperar si no traíamos boletos para la función de teatro. "Ah, no, nosotros queremos tomar un café", respondimos, y entonces nos permitieron sentarnos. Comenzamos a jugar cartas, Spite & Malice, que según internet es también conocido como Gato y ratón o un solitario pero con contrincante, y lo hacíamos por primera vez con la variante de cuatro personas, y yo gané :) En este contexto, observábamos cómo el lugar se iba llenando porque se acercaba el inicio de la obra de teatro, y llegaron muchas parejas y personas muy disímiles y encantadoras. Una de ellas era una niña pequeña y hermosa, Miranda, quien es la hija de la directora o productora de la obra. Ella estaba atraída por Bamboo, obviamente. Y la abrazaba, la besaba, la acariciaba... Le hizo un "dibujito". Después de un buen rato, Miranda vuelve hacia nosotros y pregunta: "¿desde cuándo Bamboo es vegetariana?", y Trevor le respondió: "desde hace muchos años". Yo me quedé muda, y le pregunté, casi diez segundos después: "¿cómo sabes que Bamboo es vegetariana?", y ella añadió: "¡porque soy adivina!". ¡Claro está!, estábamos enfrente de una niña intuitiva, una niña hada, una niña misterio... Xalapa es casi mágico, me atreví a indicar.
Posterior a ello, llegamos al Puerto de Veracruz. Yo guardo en mi memoria y corazón la primera vez que fui, allá por 1994, con Clara, cuando tomamos el tren desde Buenavista. Esa ocasión aprovechamos nuestra juventud y acompañamos a los choferes, H de Hidalgo era su nombre, y nos permitieron tocar el silbato, además de que pudimos comer en el trayecto. Años después, cuando formaba parte de un grupo que defendía el patrimonio cultural en Papantla y El Tajín, con ocasión del Festival Primavera del Milenio y los siguientes llamados Cumbre Tajín, viajamos al puerto para entregar documentos y demás, por lo que ese sitio me parecía muy mío, muy en neblinas, pero muy mío.
Así que llevar a Glenn, Trevor, Tara y Bamboo fue una tarea que disfruté mucho. Primero porque trataba de recordar los caminos, las cosas que se hacen por allí, y ¡todo salió muy bien! Rentamos un departamento frente al malecón, y hasta ese momento nos dimos cuenta que estábamos en el puente del Grito de Independencia. Aún así disfrutamos mucho la playa, hacer YugDo en el malecón, sentir el calor húmedo y comer en el restaurante vegano Revolución. Este nombre le queda a la perfección porque ser vegano es una verdadera revolución. Ellos estaban por cumplir su primer aniversario, ¡justo para el día de la independencia!
Luego nos dirigimos hacia Orizaba, pasando por unos churros a Córdoba. En Orizaba disfrutamos de la lluvia, de las calles tan hermosas, del palacio de hierro, de las vista del Pico, de la comida deliciosa y ¡barata! Todo nos parecía muy económico, y sonreímos más. En la mañana siguiente caminamos por el río Orizaba, y yo abría más y más mis ojos con el zoológico de animales rescatados. Me comentó uno de los cuatro veterinarios, que hay cerca de 500 ejemplares entre aves, mamíferos y reptiles. Debo comentar que para mi fue una experiencia muy emocionante que Bamboo entrara por primera vez en su vida a un zoológico, y apreciar cómo los monos arañas se acercaron a olisquear a Bamboo. Así caminamos entre leones, coyotes, llamas y muchos más, sin ningún problema o situación extraña. Sin embargo, al retornar, Bamboo percibió el olor de los tigres, y entonces ella se sintió como la carnaza, el alimento del blanco tigre de bengala. Bamboo no quería andar, sufría, la cola estaba escondida y estaba temerosa al máximo. El viento nos jugó una mala pasada.
Despedimos Orizaba con mucha felicidad, y fuimos hacia Tehuacán, Puebla, con el objetivo de ir a visitar el Jardín Botánico Helia Bravo Holis. Para mí, el camino fue muy emocionante porque pasamos por Río Blanco, y yo casi lloraba de imaginar que ese fue el lugar de la famosa huelga que incrementó el odio hacia el rico y sirvió de combustible para la Revolución mexicana. También me imaginé al abuelo de Lucila Flamand, Leopoldo Rodríguez Calderón, un maestro rural que escribió sobre la situación de los obreros en ese poblado, documento que sirvió a los contemporáneos como un manifiesto de guerra, y de igual forma ha sido utilizado por los historiadores como testimonio de las malas condiciones de los trabajadores mexicanos.
Cuando llegamos a Tehuacán, la segunda ciudad más grande de Puebla, comimos en un nuevo restaurante vegano, y salimos temprano en la mañana para buscar Zapotitlán. Al adentrarnos al paisaje de cactus --Perla, mi amiga, le llama "cactulandia"--, comprendimos el porqué de su importancia: sí, en esta zona salinera se encuentran áreas geográficas de Oaxaca, del altiplano y del oriente veracruzano, espacios culturales determinantes para la historia prehispánica, conformando un espacio ombligo, central y de equilibrio. Por eso es que en esta área se domesticó al maíz, y el teocintle pasó a ser esa hermosa mazorca de mil colores que conforma nuestro paisaje, nuestro alimento y nuestra carne misma...
Nuestro guía, el señor Pacheco, nos explicó todo lo que pudo y sabe. ¡Fue maravilloso! Yo me sentí arrebatada de odio cuando nos contó de las empresas productoras de huevo que están en la zona utilizando los ríos cristalinos, ¡las aguas de Tehuacán!, y ya que es una tierra con mucho calcio, lo que les afecta a su negocio es la lluvia y la humedad, así que lanzan aviones para pulverizar las nubes. ¡Qué enojo! Y por eso, cada minuto y segundo que pasa, me doy cuenta que la única salida que tenemos para acabar con todo esto es volvernos veganos. Esta es la solución que, ya Rius nos comentaba, es la verdadera revolución, porque acabaría con los cientos de millones de dólares que las empresas ganan en acabar el ambiente con la producción ganadera y avícola que destruye los ecosistemas y nuestra salud. ¡Ya verás qué haces después de leer este párrafo!
Finalmente, llegamos a Puebla de Zaragoza, ciudad en la que disfrutamos de una envidiable noche, la cual nos merecíamos. Porque es así, todo esto nos lo merecemos, ¡y hay que disfrutarlo!
Glenn, love you a lot. Thanks for our fantastic life.