viernes

Mi primer 2024

Hace meses me percaté que este año 2024 fue muy especial por muchas cosas, así que me imaginé escribiendo esta listas de cosas que hice por primera vez, para dejar constancia del paso de este año :)

Cosas que hice por primera vez:

-Pedí una licencia sin goce de sueldo por un año. Luego entonces, ¡no recibí ningún salario por un año!

-Viajé a Australia.

-Vi canguros y koalas.

-Escuché cantar a los magpie, y lloré.

-Aprendí a hornear pasteles veganos, muy sencillos.

-Comí pan con crema de cacahuate, ¡y lo disfruté mucho!

-Me hicieron una endodoncia.

-Tomé ibuprofeno y pastillas para relajar el cuerpo.

-Me dijeron "madrastra", siendo yo una madrastra.

-Solicité dos visas.

-Tejí tapetes.

-Jugué golf (driving range).

-Viajé a Francia.

-Usé una bici eléctrica.

-Di conferencias para jóvenes de secundarias públicas.

-Me enfermé por amebas y parasitos.

-Tomé un curso para hacer jabones.

-Leí pocos libros, muy pocos.

-Fui a ocho distinta playas nudistas en tres países.




Veracruz y Puebla con mi amor Glenn

Se acerca la fecha límite para mi: el regreso a mi trabajo.

Decidimos, Glenn y yo, hacer un viaje pequeño, pero enriquecedor, y por eso organizamos todo para viajar hacia el oriente, lugar del nacimiento del sol y de la llegada de los españoles hace más de 500 años.

La aventura comenzó en Cholula, ya que Bamboo, Glenn y yo pasamos primero por Trevor, el hijo de Glenn, y Tara, su esposa, con quienes disfrutamos la zona arqueológica y conversamos con los voladores de Cholula y algunos más. Realmente todo salió perfecto, y las pequeñas desventuras fueron tomadas con alegría.





Nos dirigimos a Xalapa de Enríquez, en donde pasamos dos noches, buscando siempre restaurantes veganos y que aceptaran a nuestra peluda Bamboo. Tara y yo no dejábamos de admirar el tamaño de los árboles, y siempre siempre distinguíamos algo distinto en esta húmeda tierra. Caminamos por el centro siempre dispuestos a conocer los parques, y así disfrutar de ello. 

Sobre esto, quisiera reseñar una pequeña anécdota, que a mi me situó en otra dimensión: en el realismo mágico mexicano. La última noche de nuestra estancia aprovechamos que no llovía y salimos a caminar en búsqueda de una cafetería. La hallamos allí, muy cerca, después que unos vecinos nos saludaron porque la noche anterior habíamos conversado sobre la bella Bamboo. Entramos al espacio, La cabra en la montaña o algo así se llama, y nos indicaron que había que esperar si no traíamos boletos para la función de teatro. "Ah, no, nosotros queremos tomar un café", respondimos, y entonces nos permitieron sentarnos. Comenzamos a jugar cartas, Spite & Malice, que según internet es también conocido como Gato y ratón o un solitario pero con contrincante, y lo hacíamos por primera vez con la variante de cuatro personas, y yo gané :) En este contexto, observábamos cómo el lugar se iba llenando porque se acercaba el inicio de la obra de teatro, y llegaron muchas parejas y personas muy disímiles y encantadoras. Una de ellas era una niña pequeña y hermosa, Miranda, quien es la hija de la directora o productora de la obra. Ella estaba atraída por Bamboo, obviamente. Y la abrazaba, la besaba, la acariciaba... Le hizo un "dibujito". Después de un buen rato, Miranda vuelve hacia nosotros y pregunta: "¿desde cuándo Bamboo es vegetariana?", y Trevor le respondió: "desde hace muchos años". Yo me quedé muda, y le pregunté, casi diez segundos después: "¿cómo sabes que Bamboo es vegetariana?", y ella añadió: "¡porque soy adivina!". ¡Claro está!, estábamos enfrente de una niña intuitiva, una niña hada, una niña misterio... Xalapa es casi mágico, me atreví a indicar.


Posterior a ello, llegamos al Puerto de Veracruz. Yo guardo en mi memoria y corazón la primera vez que fui, allá por 1994, con Clara, cuando tomamos el tren desde Buenavista. Esa ocasión aprovechamos nuestra juventud y acompañamos a los choferes, H de Hidalgo era su nombre, y nos permitieron tocar el silbato, además de que pudimos comer en el trayecto. Años después, cuando formaba parte de un grupo que defendía el patrimonio cultural en Papantla y El Tajín, con ocasión del Festival Primavera del Milenio y los siguientes llamados Cumbre Tajín, viajamos al puerto para entregar documentos y demás, por lo que ese sitio me parecía muy mío, muy en neblinas, pero muy mío. 

Así que llevar a Glenn, Trevor, Tara y Bamboo fue una tarea que disfruté mucho. Primero porque trataba de recordar los caminos, las cosas que se hacen por allí, y ¡todo salió muy bien! Rentamos un departamento frente al malecón, y hasta ese momento nos dimos cuenta que estábamos en el puente del Grito de Independencia. Aún así disfrutamos mucho la playa, hacer YugDo en el malecón, sentir el calor húmedo y comer en el restaurante vegano Revolución. Este nombre le queda a la perfección porque ser vegano es una verdadera revolución. Ellos estaban por cumplir su primer aniversario, ¡justo para el día de la independencia!


Luego nos dirigimos hacia Orizaba, pasando por unos churros a Córdoba. En Orizaba disfrutamos de la lluvia, de las calles tan hermosas, del palacio de hierro, de las vista del Pico, de la comida deliciosa y ¡barata! Todo nos parecía muy económico, y sonreímos más. En la mañana siguiente caminamos por el río Orizaba, y yo abría más y más mis ojos con el zoológico de animales rescatados. Me comentó uno de los cuatro veterinarios, que hay cerca de 500 ejemplares entre aves, mamíferos y reptiles. Debo comentar que para mi fue una experiencia muy emocionante que Bamboo entrara por primera vez en su vida a un zoológico, y apreciar cómo los monos arañas se acercaron a olisquear a Bamboo. Así caminamos entre leones, coyotes, llamas y muchos más, sin ningún problema o situación extraña. Sin embargo, al retornar, Bamboo percibió el olor de los tigres, y entonces ella se sintió como la carnaza, el alimento del blanco tigre de bengala. Bamboo no quería andar, sufría, la cola estaba escondida y estaba temerosa al máximo. El viento nos jugó una mala pasada.




Despedimos Orizaba con mucha felicidad, y fuimos hacia Tehuacán, Puebla, con el objetivo de ir a visitar el Jardín Botánico Helia Bravo Holis. Para mí, el camino fue muy emocionante porque pasamos por Río Blanco, y yo casi lloraba de imaginar que ese fue el lugar de la famosa huelga que incrementó el odio hacia el rico y sirvió de combustible para la Revolución mexicana. También me imaginé al abuelo de Lucila Flamand, Leopoldo Rodríguez Calderón, un maestro rural que escribió sobre la situación de los obreros en ese poblado, documento que sirvió a los contemporáneos como un manifiesto de guerra, y de igual forma ha sido utilizado por los historiadores como testimonio de las malas condiciones de los trabajadores mexicanos.

Cuando llegamos a Tehuacán, la segunda ciudad más grande de Puebla, comimos en un nuevo restaurante vegano, y salimos temprano en la mañana para buscar Zapotitlán. Al adentrarnos al paisaje de cactus --Perla, mi amiga, le llama "cactulandia"--, comprendimos el porqué de su importancia: sí, en esta zona salinera se encuentran áreas geográficas de Oaxaca, del altiplano y del oriente veracruzano, espacios culturales determinantes para la historia prehispánica, conformando un espacio ombligo, central y de equilibrio. Por eso es que en esta área se domesticó al maíz, y el teocintle pasó a ser esa hermosa mazorca de mil colores que conforma nuestro paisaje, nuestro alimento y nuestra carne misma...



Nuestro guía, el señor Pacheco, nos explicó todo lo que pudo y sabe. ¡Fue maravilloso! Yo me sentí arrebatada de odio cuando nos contó de las empresas productoras de huevo que están en la zona utilizando los ríos cristalinos, ¡las aguas de Tehuacán!, y ya que es una tierra con mucho calcio, lo que les afecta a su negocio es la lluvia y la humedad, así que lanzan aviones para pulverizar las nubes. ¡Qué enojo! Y por eso, cada minuto y segundo que pasa, me doy cuenta que la única salida que tenemos para acabar con todo esto es volvernos veganos. Esta es la solución que, ya Rius nos comentaba, es la verdadera revolución, porque acabaría con los cientos de millones de dólares que las empresas ganan en acabar el ambiente con la producción ganadera y avícola que destruye los ecosistemas y nuestra salud. ¡Ya verás qué haces después de leer este párrafo!

Finalmente, llegamos a Puebla de Zaragoza, ciudad en la que disfrutamos de una envidiable noche, la cual nos merecíamos. Porque es así, todo esto nos lo merecemos, ¡y hay que disfrutarlo! 

Glenn, love you a lot. Thanks for our fantastic life.

sábado

La historia de los dientes más bonitos

Tengo recuerdos aislados de mi infancia, y uno de los que me hace reflexionar es mi respuesta a la pregunta inocente de algunas primas: "¿qué es lo que más te gusta de ti?", y yo feliz y con la sonrisa amplia: "¡mis dientes!". Claro, esta respuesta es para buscarle una y miles de veces, ¿por qué una niña gozaría de sus dientes y no de sus piernas, sus brazos, su frente, su cabello, su mirada o sus manos pulcras? Salen hipótesis, que no son tema para este post. 

Más allá de esto, lo que quiero resaltar es que desde siempre me gustó muchísimo mi sonrisa y me sentía orgullosa de mis dientes parejitos y blancos. Por supuesto, debe entenderse que mi contexto me mostraba tíos, primos, muchos familiares con dientes postizos, piezas faltantes y algo de desinterés. Entonces, yo me sentía tocada con una vara mágica. Un don concedido. 

La coincidencia es que en mi propia familia yo tuve una dentista. Imagínense la suerte que me significó tener a alguien cercano, de confianza y --para más datos-- que devino en ser una de mis mejores amigas por este contacto cotidiano, sin frenos. Así que cuando ella empezó a estudiar odontología en CU, yo le servía de ejercicio. Luego se graduó, siguió estudiando y abrió un primer consultorio en Insurgentes y Chilpancingo. Yo también la seguía, era mi dentista y médica de cabecera. 

Por ejemplo, si tenía gripa o algún malestar, a ella le preguntaba primero. Acudía cada vez que era necesario, y ya que soy muy disciplinada, estoy segura que eran cotidianas, mensuales y semestrales. Mis citas siempre fueron muy efectivas y exitosas. Eso sí, hay temas que me salen volando siempre, que no tornan sentido, y quizá es porque tengo mala memoria y porque de esto que cuento ya pasaron muuuuchos años. Dos casos: el primero es que me quitaron las muelas del juicio en el IMSS, no con ella, ¡qué raro!; lo segundo, recuerdo que iba con ella, me apuntaba en sus hojitas, lo que me hizo y dónde, así como el pago, que siempre hice, y no recuerdo que terminara nunca nunca el procedimiento. Esto es mucho más raro...

Quizá es porque nuestras reuniones se convirtieron en momentos de intercambio de confidencias, de secretos, de cotidianidades, y la salud de mis dientes poco a poco se volvió menos importante. Así es que las sesiones se prolongaron más y más. Entonces fui con ella por muchos otros consultorios, porque se fue mudando y fue viviendo transformaciones laborales, ya que se acercó a otra dentista con experiencia y se inició como profesora de odontología.

Compartíamos muchas cosas, por ejemplo, me contaba de sus otros pacientes que siempre se quejaban o que nunca pagaban nada --como mis primos o tíos--, o de amigas mías que acudían con ella, ya que yo la recomendaba ampliamente. A veces sentía celos porque veía más celeridad y claridad en su vínculo como dentista-paciente con los demás que conmigo, a pesar de que yo pagaba, asistía y la apoyaba. 

Yo sola me "lavaba el coco", engañándome con el enunciado siguiente: "es que estoy bien, mis dientes están rechinando de limpios y de lindos". Pero poco a poco, esta sentencia se hizo una mentira que yo misma me decía. La dentista comenzó a decirme que si mis encías sangraban no me podría atender, que no sabía lavarme los dientes y solo hacía rellenos en las muelas o dientes picados. Me advirtió de los problemas que tenía, pero sus soluciones eran mínimos y sin reales resultados. Hasta yo lo veía. 

El punto es recuerdo que le pedía citas, y me alargaba la respuesta. Allí estaban las "banderas rojas" que no supe ver: 1) no quería atenderme, pero no quería sincerarse conmigo; 2) no tenía más pacientes, lo cual puede implicar que es una mala dentista o que no le interesa ni apasiona su trabajo; 3) vinculado con el anterior, quizá ella tiene miedo de ser buena dentista porque eso la llevaría a dar el paso de ser independiente, y la neta muy pocas personas quieren dejar de ser dependientes cuando tu papá te da todo, hasta el mantener a tus hijas; 4) la solución a mis problemas no las tenía ella, ya que a mí "me echaba la bolita". Entonces, ¿no era ella la especialista en dientes? Ahora veo que no. Ella no tiene visión de mejorar a los demás, aunque ese sea su profesión.

Pos supuesto que pensé en acercarme a otros dentistas, pero entre el miedo de ver la verdad así como "la lealtad" que sentía le debía, me detuvo. Y así sucedió de golpe que abrí los ojos: vi sus patrones y vi los míos, escuché realmente sus comentarios de "quiero ser como tú" o sus historias de irresponsabilidad, me percaté cómo rompió mi confianza miles de veces y allí decidí alejarme. Me rompió el alma porque ella era mi amiga, mi familia y mi dentista. No sobra decir que de todo, ello era una gran mentira.

Finalmente, una tarde mis encías reventaron. Asumí que la responsabilidad de todo mi pasado clínico es solo mía, y di el paso correcto de dirigirme a otro consultorio. Llegué con una nueva dentista. Pude confiar inmediatamente en ella, y encontré que si bien no es famosa, ella es exitosa porque tiene cientos de casos de pacientes, con una red de médicos y otros especialistas dentistas que le ayudan a pensar en efectivas soluciones para los pacientes. Por esto es que tiene gran experiencia a pesar de su juventud. Y es de la UNAM, por supuesto. Y así, después de mis primeras --y necesarias-- endodoncias, adicciones a las pastillas y demás químicos, dolores inmisericordes, coronas y demás, volví a sonreír.



lunes

La France

Soy historiadora, y como tal, en los cursos básicos y de especialización, la historia de Francia y las propuestas historiográficas francesas son muy importantes. Más aún sí te posicionas en México y decides hacer la historia de la resistencia contra una de las dos intervenciones o invasiones francesas que el país sufrió en el siglo XIX, como yo lo hice.

A pesar de esta singularidad, nunca quise acercarme al idioma francés o buscar oportunidades para viajar a Francia. Al contrario, las esquivaba. Recuerdo cuando viví en España por un corto periodo para estudiar un máster en archivística, que preferí mil veces ir a ciudades españolas. Así las cosas, este año me topé con que el libro que pronto se publicará en el que seleccioné documentos, los transcribí y los prologué, 13 de ellos están escritos en francés. Me negué siquiera a intentar entenderles.

Sí, cerrazón de corazón y de cabeza. Y, en serio, muchas veces lo intenté: por eso tomé clases de francés en mi adolescencia tardía, luego en la ENAH preferí tomar la asignatura de Lectura de textos en francés, con la cual aprobé el idioma. Y de allí en adelante, nunca más lo hice. O comprar cientos de libros de historia y literatura francesa.

Hasta que llegó Glenn a mi vida, y todo fue trastocado. Comenzamos a organizar el viaje en junio, y para entonces decidí acercarme otra vez al francés mediante Duolingo y otro método. Al menos tenía conocimiento de palabras y frases básicas, con las que creí sería suficiente para no pasar malos momentos. 

El punto es que volamos a París, y todo fue tan sencillo y amable, que debo agradecer infinitamente por dichas buenas coincidencias. Claro, aterrizamos en una ciudad que estaba en pleno desarrollo de los Juegos Olímpicos. Aún así, no nos percatamos de su intensidad o de sus problemas: solo encontramos lindas cosas.

















Una noche, por ejemplo, caminamos y al bajar por uno de los puentes encontramos la salida de los botes que transitan turísticamente por el Siena, y su próxima salida sería en 10 minutos. Disfrutamos tanto el atardecer que nos tocó, y la panorámica apreciación de la ciudad. Esto es, no tuvimos que caminar gran distancia para ver la torre Eiffel y otros monumentos. Hospedarnos cerca del Louvre y del Siena permitió que miráramos la ciudad con esos ojos, y estuvo más que increíble. 

También fue así en ocasión de despertarnos antes del amanecer y disfrutar algunos puntos, como La Bastilla, el Louvre o el Puente Neuf, con el pretexto de hacer YugDo. O presentarnos temprano en la entrada de Louvre para admirar sus obras de arte, su dinámica y su estructura. También estuvo muy lindo organizar nuestras caminatas en torno a los restaurantes veganos y conocer algunos barrios y sus calles más al interior. O tomar un tour en bici, ¡eléctrica!, por toda la ciudad, con lo cual nos acercamos a diferentes puntos de una manera efectiva y con sentido.

Yo sé que corrimos con mucha suerte, quizá porque estuvimos llenos de amor. Y no es para menos, Glenn es el hombre más perfecto con el cual pude toparme y enamorarme. Merci, monsieur Brown!!!

YugDo á Cap d´Adge

 Varios días de entrenamiento en Cap d´Adge, Francia.





























































































Photografer, Glenn C. Brown