sábado

El Tepozteco con Glenn y Bamboo

Seis meses de cuarentena pasaron velozmente. La dinámica de nuestra familia se adaptó rápidamente a las circunstancias de la pandemia, y con ella encontramos la felicidad plena. Aún así, la ley de cambio llegó y nos modificó el horizonte.

Glenn debía marchar a Canadá. Si bien la idea estaba ya en el ambiente, la ejecución del viaje se hizo velozmente. Todos los siguientes actos también los hicimos apresurados. Aún así, todo salió muy bien.

Decidimos tomar unos días de vacaciones, aprovechando que hace un mes comenzaron a reactivarse algunos sectores, tales como el turístico. Optamos por Tepoztlán: muy solar y cerca de casa. Viajamos con Bamboo, y por ello escogimos un hotel con alberca y que acepta perros bellos. El escenario del albergue es tan hermoso, que nos hizo suspirar muchas ocasiones.

Así que nadamos, reímos, jugamos billar y cartas, leímos, tomamos el sol y comimos delicioso. Yo medité frente a la montaña, entrené Yug-Do todos los amaneceres y brinqué en el saltarín. Pasaron los días y el hotel recibió más visitantes: entonces decidimos subir el Tepozteco.








Mis recuerdos de Yug-Do se mezclaban a cada paso con la realidad que vivía esta ocasión. Dos veces he subido este camino con el maestro Antonio Iborra y los compañeros, así que recordaba el ascenso, mis latidos y el silencio de la madrugada.

Hoy, con razón de la pandemia, el pueblo está restringido y la zona arqueológica cerró, por lo que a mediodía el camino estaba vacío. Tanto así que encontramos cuatro chachalacas y dos coatis frente a nosotros, además de ver zopilotes, aguilillas, muchas tórtolas y jilgueros, los cuales nos cantaban melodías espléndidas. La naturaleza rebosaba de alegría, y Bamboo bebió de sus manantiales.

El corazón se aceleró con cada escalón. Bamboo y yo íbamos adelante, sin pensar en nada: solo en respirar. Glenn se detenía a admirar y tomar fotografías. La belleza de cada piedra y árbol sugería nuevas enseñanzas. Cuando llegamos a la entrada del sitio arqueológico, solo nos percatamos de la existencia misma y de la placidez que da respirar en un bosque, ¡sin cubrebocas!






Glenn está ahora en Nueva Escocia. Yo continúo en la ciudad de México. Estamos a la espera de que nuestros recuerdos y planes se reúnan para latir y sonreír plenamente en un aquí y ahora, como lo hicimos en este viaje a la montaña mágica del Tepozteco.

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