sábado

Desdoblamiento histórico al estilo Oaxaca

Mi viaje a la ciudad de Oaxaca era muy corto, por lo que tenía todo programado para poder hacerlo eficiente, lo más posible. Y no sólo fue exitoso en cuanto a los resultados, sino que en cada paso que di, se me abrieron conocimientos, vivencias, relaciones e imágenes que me permitieron percatarme del caleidoscopio que somos. Todos.



¿Qué fue lo que hice y qué lo que descubrí? Asistí todas las mañanas a la Biblioteca Francisco Burgoa de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, y por las tardes fui a la Hemeroteca y Biblioteca Pública del Estado, recintos en los cuales consulté prensa decimonónica, libros y revistas de donde pude obtener datos espléndidos que me ayudarán a escribir un texto sobre los chinacos y la resistencia popular durante la Intervención Francesa y Segundo Imperio en Oaxaca. El personal me ayudó amablemente, siempre de forma atenta y respetuosa, por lo que me sentí, literal, en casa, en mi propia biblioteca.

Mientras estaba en esos sitios, leía de nuestro pasado y volteaba para todos lados. Sentía la presencia del tiempo... y de esa conexión, esa herencia social que me hacía levantar la frente y asumir con dignidad lo que soy, lo que somos. También pude encontrarme con algunos compañeros de la ENAH, lo cual me hizo feliz ya que me percaté de lo que ha sucedido con personas cercanas y con intereses semejantes: ¡el patrimonio cultural!

El punto es que me encontré en un centro, donde convergían herencia del pasado gracias a las notas del XIX que yo leía, como en una línea vertical, y herencia contemporánea por ver a tantos como yo, como en una línea horizontal.




Y el centro estaba ocupado por la pasión y el amor. Así que ver, de nueva cuenta, a Aranjuez Ortizgris, esta mujer escultora y artista, compañera de mi adolescencia y primera juventud, años después, permitió no solo que me mirara yo hacia abajo, hacia arriba, hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia atrás y hacia adelante, sino que me amara. Convivir con su familia, conocer a su fotógrafo del amor, Fidel, y comer vegano en Calabacitas tiernas -espacio cultural donde también trabaja una compañera de la ENAH de mis tiempos- permitió que todo fluyera de una manera más amorosa y sublime.



Finalmente, las visitas que hice a albercas, parques y al cerro de Fortín para nadar, meditar, entrenar Yug Do y correr me permitieron vislumbrar el caleidoscopio espacial de esta ciudad. Imaginarme cómo las redes son extensas, las conexiones son únicas y oportunas, los círculos y las espirales son parte del devenir, lograron que tuviera sentimientos de plenitud y llorara al reconocer ese desdoblamiento histórico que solo en Oaxaca, con un jugo de guanábana, se puede tener.

Gracias, digo mil veces, gracias, digo con el corazón.





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