domingo

Una historia anhelada


Estas últimas semanas viví varios cambios que me hicieron replantearme a mí misma.  Todo comenzó con la organización de la reciente visita del maestro en México, ya que implicaron que ordenara mi vida laboral y que Glenn viajara a la ciudad de México para sumarse a la aventura. 
Después de que finalizara ello, como si yo fuera una cascada de Lacanjá, diversas situaciones se sucedieron rápida y livianamente. Primero, Glenn aceptó quedarse a vivir conmigo; después, me enfermé de una gripa con fiebre por tres semanas, lo cual me obligó a encerrarme y dejarme consentir por mi nuevo compañero. Tercero, la situación mundial conocida por todos me constriñó en casa. La Universidad y mi Instituto decidieron velar por su comunidad, y esta última cerró sus puertas desde el 16 de marzo.
Después de ello, los siguientes días me dediqué a recuperar cierta estabilidad en mi salud física y a recibir todas las noticias como si ellas fueran un balde de agua fría. Del asombro que tuve al principio vino una solución que proviene del Yug-Do y que se alimenta con la guía de mi maestro: disciplina. Y a la disciplina Yug-Do y mi tesis se suma mi nuevo estatus de vida de pareja con Glenn. Entonces hemos construido una rutina bellísima y necesaria, la cual se conforma por los paseos con Bamboo al parque, el compartir los alimentos, la lectura, el estudio, la conversación, los masajes, la limpieza, el pasatiempo con diversos juegos (ajedrez, rompecabezas y baraja) y el amarnos. Esto es: vivo en una historia profundamente anhelada por mí.
Sin embargo, noté que –a pesar del paraíso en el que vivo– un cierto enojo surgió en mi corazón: ¿qué es lo que está pasando, por qué ahora, y por qué de esa forma? Entonces llegaron a mi memoria algunas claves de vida que he estado aplicando a mi propio proceso de elaboración de la tesis: el ascenso en el progreso humano puede dividirse en siete etapas antes de pasar a una octava superior, y en dicho proceso hay dos etapas dolorosas y que parecen llevar a abortar la misión. Son la tercera y séptima, según nos indica Gurdjieff. Y no hay de otra: hay que seguir y avanzar para no estancarse. Ello también me lo dice mi maestro: “¡adelante!”.
Mi interpretación es que esta etapa de la humanidad, quizá la séptima, se compagina con mi tesis, y para que juntos demos el “último” salto debemos detenernos y, sin embargo, continuar con el avance. Yo, desde mi trinchera de la pasión, del Yug-Do y del compromiso con mi investigación, lo haré.








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