sábado

De aves citadinas

Estos últimos diez años de mi vida se ha convertido en un hábito cotidiano voltear al cielo y mirar pasar los aviones. Mi departamento está justo por debajo de la ruta que éstos toman en su paso rumbo al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Para ser precisos, ocho minutos antes de que ellos aterricen dan una vuelta en los cielos, y allí abajo me encuentro yo.

El ruido es espectacular: eso sí, es muy poco a comparación de lo que escuchan los que avecindan con las pistas de las dos terminales. De todas formas es imposible no sentir su interferencia diaria. Cada tres minutos escucho los distintos motores frenar y dar vuelta. Es un suceso tan rutinario, que decidí hacerlo muy mío, y fijarme en él.  Así que cuando escuchaba su acercamiento, detenía todo mi quehacer para percibirlo con mi vista y oído, y de plano con todo mi cuerpo… Distingo logos de las compañías e imagino orígenes y rutas.

Pero aconteció la cuarentena por el COVID-19, y entonces todo cambió. Aquello que me parecía imposible, casi un deseo latente y muy profundo, sucedió: los aviones dejaron de pasar en esas cantidades. Un día solo conté 16 aviones, ¡qué está pasando! Las preguntas que muchas veces me hice, se resolvieron: ¿qué resultaría si dejamos de volar tan seguido, será necesario volar a otras partes del mundo o del país, en serio hay que cambiar de espacio físico para ser felices?



Es cierto que en esta crisis México no cerró fronteras aéreas, y que los vuelos continúan efectuándose, pero su disminución generó una nueva perspectiva en mi vida: hay menos ruido y tensión con el resultado de un mayor disfrute. Por supuesto que no solo yo lo vivo así.

Es notorio que el ruido de los motores ha sido sustituido por el canto de los pájaros. Si bien esta zona está llena de grandes y distintos árboles, y es posible encontrarse en cada esquina con mirlos, gorriones, colibríes, zanates y tórtolas así como con ardillas, ahora percibo de manera total su cuchicheo y su entusiasmo.

Por supuesto que mis paseos con Bamboo alrededor de la casa me han llevado a disfrutar más de mi vecindario, y encontrarme con nidos y pajarillos que he tratado de rescatar, de aves persiguiendo a las ardillas con el fin de defender sus nidos así como de otros cuerpos de aves atacados. Ante estos últimos hechos (tres ocasiones he visto el plumaje desgarrado de pajarillos) he generado una hipótesis: las aguilillas han ampliado su territorio a todo el vecindario.

La pareja de aguilillas se encontraba solo en el parque y en la parte norte de mi colonia. Ahora no es así: las he visto sobrevolar mi edificio, y en una ocasión que estaba en la azotea vi a una pasar muy cerca de mí. ¡La cuarentena me ha permitido disfrutar de este espectáculo de maravilla enriquecido por la disminución del ruido de las aves de metal!

Agradezco a mi maestro Antonio Iborra, porque con su guía he podido darme cuenta de lo importante que es mi contexto natural, aunque viva en esta bella e inmensa ciudad.

Les recomiendo estas dos páginas web para enterarse de sonidos de aves y el paso de los aviones en todo el mundo: https://www.flightradar24.com/

https://www.biodiversidad.gob.mx/cienciaciudadana/cantos_aves_cdmx


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