martes

Profesionista de la playa

Gracias a la bondad de la vida he podido vivir en la playa de Zipolite, Oaxaca, por doce meses. 


La pandemia obligó a las instituciones a cerrar sus puertas, y mi Universidad me envió a casa. Glenn y yo decidimos hacer nuestra casa en la playa. Por tanto, el pueblo donde ahora vivo es aquí, y me he adaptado a su forma de vida, a su clima y a sus actividades. 


Mi nueva vida tiene elementos de la vieja "Ilihutsy citadina", tales como leer y escribir (sobre todo en temas relativos a las guerrillas del siglo XIX, a los archivos y a la historia de la educación), llenar bases de datos, estar al tanto de la dinámica institucional, responder inquietudes de contribuciones de investigación de años anteriores, participar en reuniones, conferencias, clases y en exámenes profesionales vía virtual, mantener varias comunidades vía digital, además de temas nuevos como el seguimiento y coordinación de un seminario sobre chinacos.


Pero lo nuevo, de lo que se trata este texto, es tan sencillo y gratificante que vale la pena reseñarlo. Para describirlo con más exactitud diré que mi cotidianidad es la siguiente: despierto entre las 5:30 y 6:30, reposo un rato más, salgo a caminar o a correr a lo largo de la playa en compañía de Bamboo y a veces de Glenn, me meto a nadar y tomar una ducha en el mar, practico Yug-Do desnuda frente al mar, nado de nueva cuenta. Subo con Glenn al cuarto y nos bañamos, barremos y limpiamos mientras prepararnos el desayuno, delicioso, nutritivo y vegano. Jugamos un solo partido de cartas en el balcón y miramos el mar. Comienzo a trabajar. Tal vez tres o cinco horas, dependiendo del día y de las necesidades. Llega Glenn de andar en bici, comprar despensa o jugar billar o ping-pong con sus amigos, y bajamos a la playa. 


Entonces me visto con mi traje de profesionista de la playa: esto implica mi pareo y mi bolsa con todo lo necesario. Allí cargo lo siguiente: aceite de coco, agua, fresbees, libros, brocha para limpiar la arena, dinero por si pasan German, el de los helados, los chicos de las empanadas veganas estilo argentino (El Canasto Rojo), o cualquier tema que se ofrezca. Ya no uso mis bikinis, ¿para que ponérmelos y lavarlos si lo que yo quiero es estar desnuda?







Mis actividades son las siguientes: 1) nadar en varias ocasiones, lo cual depende del clima y de lo alto o bajo de la marea, 2) tomar el sol mientras leemos en los camastros, 3) cada tercer día hacer āsānas desnuda, 4) jugar fresbee y  5) disfrutar del maravilloso paraíso en el que decidimos vivir.


A las 7 pm, antes del atardecer, corremos hacia el cuarto para cocinar, tomar otro baño y descansar. Todos los días dibujo el atardecer. Luego de comer, otra porción deliciosa y vegana, jugamos otra partida de cartas, apurándonos para no ser atacados por los mosquitos. A veces paseamos a Bamboo en el parque, y regresamos a casa para descansar, mientras leemos en cama antes de dormir.


A partir de agosto acepté dar una clase vía on line, #TallerGestiónPatrimonioDocumental , a las 7 am, y por eso los viernes me despierto más temprano para llegar a la cita y compartir con mi alumna mis conocimientos y experiencias en el ramo. Esos días desayunamos en Salmastro, espacio donde cuentan con mejor internet, y al terminar sé que será un día de mayor descanso.


Por supuesto, nuestro año de Luna de miel implica que muuuy seguido tenemos sexo ardiente, juguetón y delicioso que no muestro en el calendario, pero que sí realizamos.


Hay actividades peculiares como ir a desayunar (preferimos Gula Gula, Zipoliteña, Órale, Carpe-Diem), comer-cenar (como en La Fenice, La Providencia, Donde Franco, Salmastro, Xhuba), o ver a algunos amigos (como Silvia, yoga chocolate con Iza, Kate, Arturo), e ir a Mazunte (de allí amamos El Armadillo), a Pochutla (para hacer pagos y comprar algunas cosas) o a Huatulco (para que bañen y le corten el pelo a Bamboo, por lo cual vamos a Quinta Bonita a nadar y desayunar, y a comer a Rocota).


Algunos meses estuve viajando continuamente a la Ciudad de México tanto para trabajar como para atender asuntos del departamento, así que transportarme al aeropuerto de Huatulco y luego a la Ciudad me han hecho una experta en ello: comprar vuelos baratos, llevar lo mínimo indispensable, tomar el transporte indicado, entre otras cosas. La pericia también se acrecentó en el DF porque aprendí a alimentarme sin refrigerador --se descompuso con nuestro abandono, y por eso lo desechamos--, a limpiar la casa de forma rápida y expresa, a cuidar mis violetas y sábilas, o ver a mi prima y sus hijas y a amigos queridos, como Rodrigo o Juan Carlos.


Bamboo es mi shnauzer de siete años que encontré en los alrededores de mi trabajo. Ella siempre me acompaña a la playa, y en esta ocasión ella ha vivido su propia aventura: escuchar todo el tiempo el oleaje del mar o sentir el calor húmedo de la costa oaxaqueña que si bien es formidable para mi, pero a Bamboo le ha parecido un exceso. Por ellos nos explicamos que en varias ocasiones se ha escapado de la casa por la noche, ya que es cuando los relámpagos y truenos se ven y escuchan muy fuertes. Atemorizan. También ha resentido no poder convivir con nosotros todo el tiempo porque no le permitimos que se suba a la cama, lo mismo que hacemos en la Ciudad de México, lo cual se complica ya que aquí no tenemos un sillón en el cual ella pueda recibir nuestras caricias. Con todo ello, Bamboo está en muy buenas condiciones, está sana y hermosa. Eso sí, se ha hecho de “amores” imposibles que le dan cariños y premios, tales como Bill y Guy. Olalaaaa.


Ser profesionista de la playa me ha permitido apreciar los cambios de estación que vive este paraíso: invierno, primavera, verano y, casi, otoño. Realmente en esta latitud solo vivimos temporada seca y de lluvias. El calor siempre nos acompaña, a excepción de algunos cuántos días en que sí es necesario usar ropa. He visto crecer ríos y lagunas, he visto el gran oleaje del mar de fondo, he visto enverdecer los árboles y arbustos, he visto pasar aves y ballenas migratorias, y he disfrutado de la aparición de sapos, grillos, luciérnagas, tortugas… también he visto el crecimiento de las zonas habitacionales y el arribo de más personas, así como la apertura y clausura de tiendas y restaurantes. O la creación de diversas “semanas” específicas para atraer más turistas. He notado cómo la playa se llena y vacía de gente. Y todo ha sido maravilloso.


Agradezco con el corazón y con mi cuerpo desnudo al universo por permitirme ser, en esta temporada, una comprometida profesionista de la playa.


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